27 mar 2011

Inauguración homónima

Vamos cayendo, cayendo de nuestro zenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo. En forma de sentencia o de profecía, en presente o amenazante futuro. Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del zenit al nadir porque ése es tu destino, tu miserable destino. La vida era un viaje en paracaídas, pero ahora sólo es una caída en picado, un descenso sin paliativos. Y mientras de más alto caigas, más largo será el rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra.

Pretensiones de duración
  Caída insílica
  Vuelco externo
  ……… ¿Plas?


Del zenit al nadir, más de allá que de acá, camino cíclico de adentro a afuera y que sea lo que deba ser. Amparada por un padrino cenital y otro nadírico (aunque parezca decirse nadiral, no nos pongamos exquisitos) que, sin embargo, están ambos en el centro, como cosidos a la misma estrella y vuelta a la paráfrasis.

Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que, péndula del zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que a vosotros no os duele.

Habitemos nuestro destino u oscilemos deshabitados, elijamos el viaje vertical y esférico en una conjunción de posibles paradojas. Abramos la puerta al ¿por qué? y, una vez más, que sea lo que deba ser. El derrumbe irá construyendo.